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martes, 25 de febrero de 2014

El Carnaval de Venezuela




Foto (desde facebook) https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10152331847610695&set=a.10151681542265695.1073741827.701640694&type=1&theater

Ahora vivo lejos, y no me gustan los juicios pesados ​​sobre la política de lugares lejanos (tal vez me hago una idea humilde y abierta a nueva información, y esa misma me gustaría que fuese la actitud de la propia información y la actitud de quien la recibe) pero puedo ofrecer mi propia reflexión sobre el asunto ' carnaval ', porque creo que también aquí en Europa podemos aprender unas cosas de algunas poblaciones exóticas. Durante mi estancia en Venezuela creo haber asistido, justo antes de la formación del partido que ahora gobierna, es decir, antes de que empezara esta política de división, cuando la población todavía se sentía unida en contra de la clase alta compuesta principalmente de europeos (incluidos muchos italianos, etc., no era el lejano oeste de las películas, como creen los que quieren hacerse escudo del sentimiento anti-estadounidense con el fin de sentirse buenos), al último carnaval. No era como el nuestro, no habían máscaras, se trataba de vivir un mes en un mágico y alegre descontrol total, muy festivo (e incluso lleno de alcohol, por desgracia, no estoy beatificando a nadie) y con música en la calle, sin saber dónde estarías yendo a parar ya que todos (amigos y desconocidos) te invitaban a continuar la fiesta en su casa y podías despertar después de una semana en otra región, bien lejos de donde residías, sin saber cómo habías llegado allá. Luego se sufrieron más crisis, una fuerte caída de la moneda, de las que caracterizan esas economías, más hambre, y todo eso apagó relativamente las manifestaciones de alegría. Relativamente, sí, pero se veía con claridad la disminución de la esperanza y de las ganas de celebrar algo. Luego vinieron los discursos apocalípticos y violentos del nuevo partido, que querían canalizar el deseo de esperanza en sus filas, se pintaron todas las paredes con una versión de la historia del país apta a apoyar el partido, se gastó dinero para cambiar la bandera (unas actitudes similares a las que hubieran podido caracterizar el bloque imperialista que recibe más críticas), y muchos se emocionaron, a falta de otras opciones, hasta que más hambre y otras injusticias apagaron la esperanza de nuevo. Esta es claramente mi humilde versión, como observadora neutral, y me responsabilizo por cada palabra con todas sus consecuencias (como perder amistades, si es necesario). Hoy, desde la distancia, veo a esta gente que, en esos años, incluso sin escolarización masiva y totalitaria, demostraba ser brillante e inteligente, seguir haciendo razonamientos envidiables. Razonamientos e iniciativas que no recibo como una invitación para tomar partido políticamente (no me sumo a la oposición oficial ni a un partido específico, además quien me conoce sabe que no me gustan los ideales derecha/izquierda y soy por el decrecimiento nada más, lo más impopular), sino como una estrategia útil que puede ser un ejemplo. Están parando el carnaval. Aunque siempre me ha encantado este festival y su historia, desde que era pequeña, me gustaría ver en el mundo más personas indignadas dejar de asistir a juegos como el fútbol o las grandes ferias y todo lo que distrae, como señal de seriedad en los momentos cruciales. Esta iniciativa es loable, en mi opinión. Con la esperanza de que sea una medida temporal y de alguna eficacia, de corazón, la comparto.